Querida
Emma:
El
diario La Voz de Galicia del día 20
de febrero de 2016 dio una noticia con el siguiente titular: “Emma Watson deja
el cine para centrarse en el feminismo”. Impactante.
Es
una buena causa y su gesto supone un buen ejemplo para generaciones de chicos y
chicas que, como usted, han nacido a finales de la década de los ochenta del
pasado siglo.
El
sumario de la noticia añade: «“quiero escuchar a cuántas más mujeres distintas
pueda” explica la actriz, que se alejará un año de los escenarios para
dedicarse a defender los derechos de las mujeres». Importante.
Pues
permítame que le acerque desde este modesto artículo algunos testimonios de
mujeres de mi entorno que lo que quieren es, eso, sentirse escuchadas.
Una
de ellas es María. Tiene 36 años, un hijo de 17 y nueva pareja. A pesar de que
no tiene un oficio definido, entre otras razones porque su temprana maternidad
se lo ha impedido, está preocupada por la falta de ingresos y la cotización a
la Seguridad Social que pueda, el día de mañana, devolverle una pensión de
jubilación. Tiene una larga historia de violencia de la que no quiere hablar
porque no encuentra comprensión en la gente ni en las instituciones.
Tiene
que escuchar también a Renata, universitaria y competente, quien en un congreso
sobre violencia de género levantó la mano en pleno salón de actos para
identificarse como “superviviente” y explicar brevemente su caso. En la mesa de
seis ponentes solo una de todos ellos agradeció su intervención en un debate
eminentemente teórico y carente de testimonios como los que usted pide.
Tenemos
el caso de la dermatóloga de Madrid, Elisa Pinto, que fue agredida con un arma
blanca en el estómago en presencia de su hijo menor de edad. El caso conocido
como “López Madrid” por ser los apellidos del presunto acosador de la doctora,
giró estos días con este titular en el diario El Español: «Caso López Madrid. La Fiscalía acusa de falso
testimonio a la dermatóloga amiga de López Madrid. El Ministerio Público
entiende que el testimonio de la doctora Elisa Pinto, que acusó al empresario
de intento de asesinato y acoso, “no merece crédito”».
Crédito,
crédito, crédito, esa es la palabra de la que carecen todas y cada una de las
mujeres que quieren salir de una situación de violencia de género. Crédito y
credibilidad. Ni la familia, ni las amistades, ni los hijos, ni los tribunales
de justicia creen en las mujeres que van a denunciar. Muchas de ellas no van a
denunciar porque tienen miedo de sus
agresores potenciales. La denuncia abre un melón con muchas incógnitas.
En
esta situación se encuentra Mónica, de 30 años, separada hace tiempo y con un
hijo. Cuando se le pregunta si el padre paga la pensión dice que no, y matiza
que nunca se la reclamó por miedo a acabar muerta en una cuneta.
Todas
las mujeres víctimas de violencia de género tienen algo en común y es la falta
de credibilidad. ¿Dónde están, querida Emma, los apoyos que necesitan? ¿Disponen
los ayuntamientos de talleres donde las mujeres puedan acudir libremente y
donde puedan reunirse con otras mujeres en las mismas circunstancias para
recibir ayuda mutua? No. ¿Y por qué las asociaciones de mujeres no forman
grupos de apoyo a otras mujeres en peligro? Serían bienvenidos, especialmente por
las que piden esta ayuda porque ya han recibo amenazas o porque han comunicado
a sus parejas la idea de divorciarse, con un resultado preocupante. Es en esos
momentos previos a las separaciones donde hay que tomar medidas de prevención y
enseñar a las mujeres a actuar de una forma que no pongan en peligro sus vidas ni
la de sus hijos.
A
veces las amigas, incluso las que están en la línea de trabajo contra la
violencia de género, cometen graves errores con las mujeres necesitadas de
apoyo en estas circunstancias. Las culpan de ser ellas las que provocan la
violencia, de no saber estar a la altura de lo que piden sus parejas, de ser
coquetas y provocadoras, de ignorar que pueden estar bajo los efectos del
síndrome postraumático, de confundir este síndrome con problemas psicológicos ajenos
a la violencia de género, y otros
errores.
Se
lamenta otra mujer de haber recibido todo tipo de reproches de familiares y
conocidos por haber denunciado a su exmarido y ser archivada su causa sin tener
notificación alguna, ni para ratificar la denuncia, ni para comunicarle que se
archivaba por falta de indicios delictivos. Esta mujer suele decir que solo la
creerían si hubiera muerto del ataque seguro que estuvo a punto de sufrir, si
no fuera porque ha desarmado al atacante, que no esperaba su reacción. Por eso
siempre recuerda que se salvó en aquella ocasión gracias a un decálogo que había leído por casualidad y que contenía
consejos para casos en los que la pareja se muestre de repente violenta sin
aparente causa que lo justifique. El consejo era: “póngase en alerta”. Pero que
la mujer fuera en esta ocasión muy por delante de la administración de
justicia, de nada le valió pues solo recibió incomprensión y el razonamiento de
que no puede saber ella más que los jueces y fiscales.
Gracias
por su apoyo a la campaña de solidaridad HeForShe que promueve ONU Mujeres. También
necesitamos una campaña de solidaridad entre mujeres para reconstruir el lazo de
unión que rompió el patriarcado.
Reciba un cordial abrazo de sororidad.
©
Martina Escudero.
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